Pepe Mujica: el cielo con las manos

(Por Lauren Céspedes Hernández  y Jesús Jank Curbelo / Granma)

A sus ochenta años, José “Pepe” Mujica se define a sí mismo como un francotirador de ideas. Sentados junto a él, es imposible imaginarle frente a una guerrilla, pues uno puede apenas concentrarse en su hablar tranquilo, dulce; en su paciencia; en el modo en que mira a una persona como si esa persona fueran mil.

Junto a Mujica uno se sienta, escucha, aprende, siente. Es un hombre capaz de convencer, de argumentar cualquier tema acerca del que intente discutirse. Así que permanecemos en silencio mientras habla de la paz en Colombia, o filosofa acerca del estado de las relaciones La Habana-Washington…

Hablar mientras él habla pierde el sentido. Sería interrumpirle. Sería poco útil. Más sabiendo que después de la palabra (su palabra), el silencio es el segundo poder del mundo.

Respecto a Cuba-Estados Unidos, dice Mujica…

—Las relaciones entre estos países suponen riesgos con los que hay que atreverse a lidiar, con una cuota de incertidumbre… Es muy duro lo que ha pasado Cuba con tantos años de aislamiento. Pero su pueblo tiene algo a favor: que es el pueblo con más cultura y conocimiento de Latina.

Hace años que Cuba vive fuera del capitalismo, y no puede tener ingenuidad al chocar con esta poderosa consumista. La mercadería tiene un poder mágico sobre la conducta de la gente. A veces, a cambio de cosas materiales, los hombres le venden el alma al diablo. Pero los cubanos no pueden hipotecar esa alegría de vivir que tienen. No pueden confundir mercadería con felicidad.

No obstante, Cuba tiene que aprovechar las ventajas económicas que podrían suponerle el restablecimiento de las relaciones con los Estados Unidos. Debe aprovechar al máximo, también, sus recursos naturales, para beneficiar la actividad turística. Si además Cuba no cae en la imprudencia de priorizar la construcción de rascacielos y edificios suntuosos, y logra conservar y lavarles la cara a todos esos portales de La Habana, va a tener la capital más bella del mundo. Y va a defender también su identidad.

Lo que dio la Revolución no fueron triunfos materiales, sino que le dio a un país que había sido convertido en un prostíbulo de lujo. Y hay que aprender de eso. La humanidad tendrá que superar el egoísmo de esta civilización. Tenemos el desafío de que si seguimos en esta cultura del derroche, peligra el planeta… Por encima del sobreconsumismo debemos fomentar la cultura cotidiana, con olor a cocina; esa que se vive en la familia. Si esa cultura no la embobecemos con la frivolidad, y la apegamos a ciertos valores éticos, alejamos el peligro de ser absorbidos por la necedad de una campaña propagandística.

Ante el restablecimiento de las relaciones, Cuba tiene el desafío de conservar lo esencial: su sistema de educación, de salud, de asistencia social, sus proyectos para incentivar la creatividad de la gente. Eso que los hace, ante los ojos del mundo, un hermoso cabo romántico.

Sobre el proceso de paz en Colombia.

—El paramilitarismo es casi un componente de la historia de Colombia. Y en este proceso de paz creo que es muy madura la posición de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) de ese país, pues veo que tienen la voluntad de terminar la guerra pero no la lucha, de transformar su causa en una contienda política, dentro del marco de la legalidad. Las FARC-EP van a este proceso sin un as bajo la manga, pero con madurez.

Por otra parte, el está comprometido a todas luces con alcanzar la paz. Ambas partes tienen una concordancia. Además, la está mucho más evolucionada que años atrás para entender eso; para darse cuenta de que por la vía de los tiros no se arregla este conflicto.

En cualquier guerra contemporánea mueren menos soldados y más población civil. Por eso el belicismo empieza a ser un camino vergonzoso. En las guerras, además, se ha incrementado el uso de la tecnología, y la está a favor de los que tienen más dinero.

Esto no quiere decir que no se puede luchar. No es un curso de corderos lo que la humanidad tiene que hacer, sino darse cuenta de que hay otras maneras de luchar… con las ideas.

De la izquierda latinoamericana…

—La izquierda nunca gana definitivamente. Ni la derecha. La historia es pendular. Todo lo que existe del progreso en las sociedades modernas, aunque sean manejadas por la derecha, en algún momento fueron banderas de grupos de izquierda que pelearon por eso.

Tampoco la vida de los pueblos puede estarse cambiando permanentemente. Pero cuando lo conservador se abroquela y se transforma en lo violento y negativo de la libertad, eso es el fascismo; esa es la patología de lo conservador. Y la izquierda también tiene patologías: cuando confunde deseo con realidad, y se plantea no utopías, sino quimeras; cosas que son imposibles.

Nunca nos podrán derrotar, pero hay que tener la humildad de entender que tampoco tocamos en un día el cielo con las manos. Lo más importante son los procesos. Las organizaciones como la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) tienen importancia en la medida en que participemos todos; y eso significa que tenemos que incluir, también, a aquellos que piensan distinto a nosotros, y tener la inteligencia de respetar esa diversidad. Porque si nos “rompemos” por las contradicciones que pudieran surgir, eso es lo que les va a convenir a los poderosos.

Los latinoamericanos pertenecemos a una nación común, que se comunica y piensa más o menos en la misma lengua. Eso hace que tengamos mucha más unidad que cualquier otro sistema de países. Y es algo que tenemos que aprovechar en esta lucha contra la dominación económica.

Yo no niego la importancia de la economía, pero sí le digo a la gente que las decisiones y sentimientos más importantes que uno experimenta a lo largo de la vida, no tienen que ver con el mercado, sino con cosas como la felicidad, el sentirse útil, el tener un puñado de amigos con los cuales reír, llorar, pasar tiempo en familia… El milagro más grande que tenemos es la vida, y se nos va. No hay un supermercado que venda tiempo. Por eso, hay que pelear por la felicidad; porque aquel que no aprenda a ser feliz con poco, no lo va a ser con nada.

Fuente: Granma


 

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