Si de ovejas negras se trata…

La OEA no es un escenario que merezca la confianza y el reconocimiento de los pueblos latinoamericanos…

(Por Néstor Núñez)

Hay ciertas entidades internacionales confiables e imparciales. Otras, a pesar de sus serios defectos, al menos tienen un grado de representatividad global que impulsa a intentar su reforma y mejora para bien de todos sus integrantes.

Las terceras nacieron deformadas y rechazables a partir de las nefastas intenciones que les dieron origen y de una hoja de servicio donde el servilismo y la desfachatez resultan abrumadores.

Y en este grupo de engendros clasifica, con notas elevadas, la Organización de Estados Americanos, OEA, encabezada hoy por el uruguayo Luis Almagro, muy dado, por cierto, a secundar más de una patraña contra los gobiernos progresistas de América Latina y el Caribe a cuenta de su anuencia con las líneas hegemónicas del gran poder detrás de la butaca de la secretaría general, no por gusto radicada de por vida en Washington.

De ahí que desde otras épocas de desboque imperial sobre los vecinos del Sur, ya la OEA fuese renombrada con el nada vistoso título de “ministerio de colonias de Washington”, un papel que suele recrudecerse a términos insolentes a partir del grado de entreguismo de su membresía y su liderazgo.

Si lo sabrá Cuba, expulsada de aquel podio en la década del sesenta de la pasada centuria a consecuencia de haber derrocado por las armas populares a una dictadura implantada en la Isla por la Casa Blanca, y decidido construir una sociedad diferente al bodrio diseñado desde el Norte para nuestra región.

Entonces La Habana fue tildada de incompatible con los “ideales democráticos” defendidos por la OEA y los Estados Unidos, y por tanto merecedora de un cerco hostil que incluyó, desde el bloqueo comercial y financiero que todavía se mantiene vigente, hasta agresiones armadas como las de Playa Girón y toda suerte de planes desestabilizadores a cargo de los servicios norteamericanos de inteligencia.

Una brutal historia (santificada por la OEA) por la que nunca el pueblo cubano ha recibido la más mínima de las disculpas, como las que pueden estar esperando también los dominicanos invadidos por tropas estadounidenses en 1965, los nicaraguenses víctimas de la dictadura de Anastasio Somoza y luego de la guerra sucia contra la Revolución Sandinista, los panameños masacrados por los efectivos gringos acantonados en la Zona del Canal en 1989, o el pueblo bolivariano contra el que se han orquestado no pocas campañas de descrédito mediático y político para justificar la agresividad Made in USA.

En consecuencia, lo había dicho y lo repite cada vez que resulta necesario: no hay el más mínimo interés de retornar a una entidad con semejante prontuario, y mucho menos cuando se confirma una y otra vez el apego incondicional a los dictados reaccionarios estadounidenses y a cuanto dañe el avance real de América Latina y el Caribe, lo cual forma parte esencial del ADN de semejante criatura.

Si de integración, negociación, intercambio respetuoso y consenso válido se trata, ahí están las nuevas agrupaciones regionales surgidas en los últimos tiempos al calor de los triunfos populares en varias naciones del Sur del hemisferio, donde si bien aún algunos de sus miembros pueden suscribir ciertos criterios apegados a los intereses de la primera potencia capitalista, ciertamente en su seno las fuerzas imperiales no tienen presencia física ni pueden ejercer su voluntad y sus decisiones omnímodas.

Entidades en las cuales el principio es el respeto absoluto a la diversidad, a la autodeterminación y a la convivencia pacífica, y donde —dicho sea de paso— ha sido cuestionada más de una vez la existencia de un desgastado ente político establecido en el propio territorio imperial como parte de las añejas ambiciones de dominio hemisférico de los “elegidos por Dios” para plagar de “virtudes democráticas y humanas” a los millones de “salvajes” que pululan al sur del Río Bravo.

Fuente: Cubahora


 

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