Desde otra dimensión, Martí nos habla!

(Por Félix Edmundo Díaz / La Mala Palabra)

Es difícil que un ser humano nazca, viva y muera sin dejar siquiera una huella, pero existen algunos cuyas huellas tan profundas que trascienden los tiempos, porque su marca queda esculpida en el alma de su generación, de aquellas que no habían visto la luz cuando esos inmortales transitaron hacia otra dimensión y de las generaciones que les sucedieron a estas.

La mención al tránsito hacia otra dimensión no debe leerse como una disensión del que suscribe estas líneas, sigo siendo ateo sin fundamentalismos que solo conducen a las aberraciones, lo que resulta significativo es que, tras 120 años del combate en Dos Ríos, José Julián Martí Pérez o simplemente Martí nos brote a diario de los labios como el recuerdo de nuestros abuelos y abuelas, esos seres queridos y cercanos que por caprichos de la vida nos dieron los mimos, caricias y atenciones que no disfrutaron nuestros padres, esos que intervienen como muralla protectora ante la ira materna o paterna por la trastada de turno.

Bueno, Martí es esa muralla protectora que nos resguarda de las malas acciones ajenas y propias, porque desde chicos nos acarician y miman, nos enseñan y cultivan con las lecturas de la revista La Edad de Oro y algunos sueñan ser Nene traviesa, mientras otros queremos igualar las proezas de Meñique, en fin, crecemos con Martí y se nos vuelve inseparable, pues acudimos a sus frases salvadoras cuando queremos agasajar a nuestras madres, a nuestras novias o esposas, a nuestros hijos, también cuando queremos impresionar al profe petulante que ‘se las sabe todas’ o cuando alguien trata de confundirnos y contraponer los pensamientos Martianos y Marxistas.

En ese último supuesto, hoy caprichosamente más presente que lo merecido, nos encontramos a personas esgrimiendo tesis sobre la religiosidad de Martí, desconociendo que ya, en la precitada revista, Martí nos contaba que “los dioses no en realidad más que poesía de la imaginación” o “El hombre se ve pequeño ante la naturaleza… y siente la necesidad de creer en algo poderoso y de rogarle que los trate bien.”

Fuera de una u otra forma, lo innegable es la condición imperecedera de Martí y de sus ideas, esas que, escritas hace más de un siglo, mantienen la humedad de la tinta cual si hubiéranse asentado hace minutos sobre el papel.

Cuando el alzamiento en “La Demajagua” Martí tenía 15 años, edad a la que escribió su soneto “10 de Octubre”, después publicó el periódico el Diablo Cojuelo y, en el periódico “La Patria Libre”, casi a punto de cumplir sus 16, publica su poema Abdala, un grito de guerra, la premonición escrita de lo que sería su futuro.

El joven sencillo que escribió: Pues decidle al tirano que en la Nubia/Hay un héroe por veinte de sus lanzas:/Que del aire se atreva a hacerse dueño:/Que el fuego a los hogares hace falta:/Que la tierra la compre con su sangre:/Que el agua ha de mezclarse con sus lágrimas/, ese joven, ya en sus 16, es hecho preso y sancionado a 6 años de presidio.
Ese fue el joven que unos años después, fortaleza de mente y alma mediante, convenció a Gómez y Maceo de la imperiosidad de la Necesaria, la misma en la que, durante el combate en Dos Ríos, pasara a la inmortalidad.

Él mismo fue quien llevó a los jóvenes de la Generación del Centenario a mantener vivo su ideario, el que los llevó al Moncada, a México, a la Sierra Maestra, allí donde en la cúspide mayor del suelo patrio su frente roza el cielo.

Él ha guiado esta Revolución con todos sus aciertos de él y nuestros, y con nuestras imperfecciones, las que nos obligan a volver sobre sus ideas, sus maneras de decir y hacer para enmendar el error.

Él sembró en este pueblo el antiimperialismo, el espíritu obsesivo por ayudar a los demás y el amor a la Patria, y su mejor discípulo se ha encargado de hacer germinar y multiplicar estas semillas.

Desde la dimensión en que está, todos los días Martí le habla a Fidel, a Raúl, a ti y a mí, a nosotros y al mundo, y lo único que debemos hacer es escucharlo.

Fuente: La Mala Palabra

Ver Biblioteca José Martí en Cubanamera


 

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