La reapertura de las embajadas después de medio siglo

(Por Jesús Arboleya Cervera* / Cubadebate)

A primera vista, parece sorprendente que el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos haya demorado casi 55 años.

Los jóvenes que vimos arrear las banderas en La Habana y Washington, nos hemos convertido en testigos excepcionales del pasado. Muchas cosas han cambiado en este tiempo, tantas, que sería imposible describirlas.

Sin embargo, la clave para comprender el fenómeno, sigue siendo una historia compartida que se remonta al origen de las dos naciones. Para bien y para mal, Cuba nunca ha sido indiferente a Estados Unidos, y generado pasiones, también buenas y malas, poco comunes en su relación con otros países.

La Revolución cubana transformó la visión de lo que se suponía fuese la Cuba que querían los norteamericanos, para convertirse en lo que más odiaban: “un país comunista”. La llegada masiva de inmigrantes cubanos, “huyendo de aquel régimen de terror”, completó una imagen satanizada, que alcanzó una dimensión concreta en la vida política doméstica del país, mediante el llamado lobby de la extrema derecha cubanoamericana.

También la Revolución cubana alteró premisas doctrinales y prácticas de la política exterior norteamericana. Cuba fue la primera neocolonia del mundo y el modelo lo inventó Estados Unidos. La Revolución Cubana, por su parte, fue para colmo la primera revolución antineocolonialista victoriosa de la historia y ocurrió precisamente cuando Estados Unidos expandía este modelo de dominación, como base de su hegemonía mundial.

Para Estados Unidos no solo por Cuba era importante acabar con la Revolución Cubana, sino por la amenaza que significaba su ejemplo y su ejecutoria para el Tercer Mundo. Pensaron hacerlo rápido y utilizaron casi todos los medios a su alcance para lograrlo. No pudieron y ahí comenzó la cuenta regresiva hasta hoy.

Insertada en la Guerra Fría, cualquier solución al caso cubano pasaba por las visiones estratégicas del mundo bipolar. Varios presidentes lo intentaron: Kennedy, después de pasar el susto de una posible guerra nuclear; Nixon y Ford, en el marco de un acomodo con la URSS, aunque no muy seguros que Cuba entrara dentro del concepto de la “coexistencia pacífica”, y Carter avanzó más que nadie, pero no pudo llegar al final del camino.

Se suponía que el fin de la Guerra Fría eliminaba los factores estratégicos que había justificado la intransigencia con Cuba, dígase la promoción de la revolución armada en el mundo y el balance con la Unión Soviética, pero el mundo unipolar tampoco aceptaba las disidencias y la Revolución cubana, solo por existir, continuaba siendo una amenaza al orden internacional vigente.

¿Por qué es posible ahora lo que no pudo ser antes?

Porque el mundo ha cambiado y resulta evidente que no ha sido por culpa de Cuba. Estados Unidos tiene necesidades mucho más perentorias en su política exterior y paradójicamente, más que un problema, Cuba ha devenido un factor que puede contribuir a encontrar algunas soluciones.

Lo dijo el secretario John Kerry el pasado 20 de julio, refiriéndose al papel positivo que Cuba puede jugar en las relaciones de Estados Unidos con Venezuela y en la solución del conflicto armado en Colombia. En cualquier caso, la nueva política hacia Cuba ha sido bienvenida en todo el mundo, especialmente en América Latina y el Caribe, y ello constituye un respiro para los conflictos que confronta Estados Unidos en el mundo.

También, porque el pueblo norteamericano ha visto demasiado para continuar tragándose el cuento de que Cuba es el infierno en la tierra. Aquí se justifica el axioma de que usted puede engañar a unos pocos todo el tiempo o a muchos durante un tiempo, pero es imposible a todos durante todo el tiempo. No solo ha menguado significativamente la base social que servía de apoyo a la política contra Cuba, especialmente en la comunidad cubanoamericana, sino que mejorar las relaciones con Cuba ha contribuido a aumentar la popularidad del presidente Obama en su propio país.

Por último, ha sido posible por la voluntad y la pericia de ambos gobiernos. Antes del 17 de diciembre del pasado año, ni los más optimistas auguraban ver tan pronto las banderas ondeando en las astas de las embajadas. Se ha negociado con objetividad y transparencia, cada cual ha sabido defender sus posiciones y convencer a la mayoría de sus pueblos, si alguien considera que esto es fácil, le recuerdo que ha demorado medio siglo.

* Investigador cubano, especialista en relaciones Cuba-EEUU. Doctor en Ciencias Históricas con una decena de libros publicados.

Fuente: Cubadebate / Foto: Ismael Francisco


 

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