Un crucero une al Estrecho y 90 millas para la convivencia

Con 704 pasajeros a bordo arribó a La Habana desde Miami el buque-crucero Adonia, con lo que se inaugura una línea de buenas perspectivas

(Por Juana Carrasco / Juventud Rebelde)

Parece que nadie o muy pocos de la familia de Faye Varga quedó en la casa de Idaho. Once llegaron este lunes 2 de mayo de 2016 al puerto de La Habana en el buque Adonia de la línea Fathom de cruceros solidarios de la gran empresa Carnival, inaugurando junto a 704 viajeros —luego de más de medio siglo de ausencia— la ruta Miami-Cuba. Las 12 categorías de viajes aprobados por la administración de Barack Obama les han permitido cumplir un sueño, aunque se mantiene la prohibición de los viajes turísticos a la Isla.

Apenas han desembarcado en la Terminal de la capital cubana y en el rostro se le refleja la satisfacción porque han visto una ciudad bella desde su privilegiada visión marítima, en un viaje placentero porque el tranquilo mar azul se los ha permitido. «Desde la costa  nos saludaban, una bonita bienvenida, me he sentido muy bien y sé que hicimos lo mejor en traer a nuestros hijos, los abuelos, los hermanos», dice y aún Faye no sabe que ese es el famoso y popular Malecón habanero, orgullo y placer de los cubanos todos, pero ya su esposo estrena sus pasillos de baile cuando parejas cubanas interpretan una conga. Son los primeros minutos en la Isla vedada.

Eran buenos los augurios desde que a eso de las nueve de la clara y soleada mañana se vio entrar al blanco navío por el canal de la bahía; luego ingresó más en el acogedor puerto y a las once, entre aplausos que procedían de las seis cubiertas, bajan dos banderas que son situadas a la entrada del muelle de la Terminal de Cruceros Sierra Maestra. Una corona el asta con un águila imperial, es la de las barras y 50 estrellas; la otra, la de las cinco franjas y una sola estrella, concluye en lanza. Parecen símbolos…

Ni pensar que solo vienen de Miami. Ruth Baronda, maestra de matemáticas en Florence, Carolina del Sur, está interesada en conocer del sistema de educación en Cuba; el puertorriqueño Luis A. Rodríguez, del Go Cruising and Travel, apunta a explorar las posibilidades de la Mayor de las Antillas para su compañía de viajes con sede en la ciudad floridana. Ya habla bien de la bienvenida, al tiempo que se seca el sudor y saborea un «Cuba Libre». «Ya es el segundo y paro, como puertorriqueño sé que baja bien, pero también se sube a la cabeza», comenta entre risas.

Patricia Portugal, peruana instalada en Nueva Jersey hace 39 años, también agente de viajes, no es remisa a contar su primera impresión: «Ver a la  gente silbando en saludo desde el borde de la bahía, una ciudad bella, hasta había una bandera americana saludando, ha sido una buena acogida, y en el barco todo era una fiesta».

Algunos se permiten ir a las tiendas de souvenirs, otros van directo a las del mejor tabaco del mundo, donde saben que solo podrán adquirir la muy especial mercancía por valor cien dólares. Otra vez el bloqueo es valladar para lo que podría ser un gustazo y un buen negocio, pero…

Una escucha atenta la explicación de la librera donde pequeños volúmenes de historia de Cuba y el título biográfico del Presidente cubano destacan en la estantería, y casi al lado, una pareja se decide rápidamente por un recuerdo bien práctico, una gorra para paliar el sol con el lema Yo amo a Cuba.

Rosa María Caballero está ansiosa de poder compartir «con este país tan hermoso, tan bonito», y espera que este sea solo el primer paso, para luego ampliar la operación que por ahora les llevará a solo tres puertos cubanos: La Habana, Cienfuegos y Santiago de Cuba.

Ancianos —habituales viajeros de cruceros— se mezclan con otros más jóvenes que quedan asombrados apenas cuando salen del añejo y remozado edificio de la terminal aduanera, cruzan la Avenida del Puerto y se topan con una pequeña multitud de cubanos y cubanas que dan ¡Vivas a la amistad!, al tiempo que le abren el paso hacia la Plaza de San Francisco y una comparsa les muestra algo de lo más auténtico del folklore cubano.

Luego se adentraron en la Habana Vieja, Patrimonio de la Humanidad, muestra de la arquitectura, la música, la plástica, los saberes varios de la Isla en ese viaje cultural individual, como corresponde a lo permitido por las iniciativas del presidente estadounidense, porque este no es una gira turística, esa está prohibida por las leyes del bloqueo que cercenan un derecho constitucional de los estadounidenses y ha mantenido separados a dos pueblos desde hace más de 50 años.

Vienen a conocer a saber, de la Isla que se han estado perdiendo durante tanto tiempo

Un carnaval para Carnival

En este viaje inaugural de cinco días del Adonia —que en un bojeo a la isla los llevará también a Cienfuegos y Santiago de Cuba—, llegaron cargados de emociones una veintena de cubanoamericanos, acogidos como los estadounidenses a las 12 categorías permitidas  (culturales, religiosas, familiares, periodísticos, académicos, deportivos y otros).

Para ellos, el atraque lento y preciso de la nave debe haberles parecido una eternidad, aunque apenas durara unos minutos.

Casi ceremonioso comenzó Carlos Orta, quien trabaja como vicepresidente de relaciones corporativas para Carnival Corporation. «Un viaje histórico. Un día muy histórico para nosotros», señalaba. «Allá todo el mundo estaba alegre por este viaje a Cuba, este es el primero pero regresamos dentro de dos semanas. Serán, por ahora, dos viajes al mes, 26 al año, y estamos muy felices».

La formalidad del funcionario de la compañía Carnival se vino abajo con la pregunta de su impresión sobre La Habana cuando la vio acercándose. «Increíble, vaya, nunca la había visto así, estoy feliz. Bella. Salí de Cuba cuando tenía tres años»,

«Es bello venir en crucero, ver el destino, cuando está acercándose y esta mañana desde las siete ya podía ver a Cuba, fue muy emocionante…», se le quiebra la voz, la pausa, prolongada por casi un minuto, es necesaria, pero Orta tiene bien el corazón, aunque todavía puede apenas decir que hace 46 años que no veía a Cuba.

«Salí a los tres. Hoy, una emoción increíble. Nos acercábamos y nos acercábamos, una belleza. Todo el mundo estaba muy feliz en el crucero, era una fiesta, de verdad que sí. La isla, la belleza y el día de lo más lindo. No lo podía pedir diferente. Muy, muy emocionado»… y, por fin, puede volver a hablar de la programación del crucero, en el que vino bajo la categoría de «persona a persona».

Tiene fe de que algún día los estadounidenses puedan venir como turistas: «Cómo no, de poquito a poquito, este es el primer paso, en más de 50 años no había venido un crucero de Estados Unidos hacia Cuba y este es el primero de los muchos cruceros de nosotros que podrá venir a Cuba y ver la belleza de Cuba». Y agregó: «Trajimos 704 pasajeros y va a ser increíble»,

Mas Orta no fue el primero de los cubanoamericanos en pisar suelo cubano.

Parecía una pareja de recién casados, vestidos casi totalmente de blanco, tomados del brazo, cuando pisaron el tabloncillo de la Terminal, como los primeros, antecediendo incluso a Arnold Donald, presidente de la Carnival Corp.

Arnoldo Pérez, asesor legal de Carnival, cubanoamericano salido de la Isla cuando tenía nueve meses, vino con su esposa y con su hermano, en esa doble intención del negocio y los recuerdos.

«Estamos muy contentos, asegura y está hablando como autoridad en la compañía, la mayor empresa de cruceros del mundo. Informa de este viaje, de los planes, del éxito que esperan de la empresa iniciada junto a Havanatur.

«Estamos muy orgullosos de traer el primer crucero de EE.UU. a Cuba en 50 años. Esperamos que esta iniciativa pueda acercar más nuestros pueblos de los dos países y que haya en el futuro más conexiones».

No es la primera vez que el abogado está en Cuba, pero asegura que ahora «la entrada fue muy especial, entrar a la bahía, había a todo lo largo, en todas partes, cubanos, con banderas, celebrando», y se le nota emocionado.

Su esposa quiere saber cómo llegar a El Sevillano donde nació y vivió, rememorar recuerdos de muy pequeña y considera muy bueno que se acorten las distancias. «Podemos convivir», afirma.

Arnold Donald es el presidente de Carnival y cualquiera se atreve a decir que está eufórico con este viaje que antes de zarpar de Miami encontró no pocos escollos. «Para la compañía fue un largo viaje», dijo a los periodistas sobre el tablado de la Terminal y con el Adonia de fondo, anclado frente del lado de la bahía donde cubanos y extranjeros pueden contemplar el Morro, la Cabaña y el Cristo de La Habana, ocultados ahora por la mole blanca.

«Este es un viaje histórico. Nos sentimos honrados y privilegiados» de que Carnival «sea parte de este histórico momento», puntualizó. «Agradecemos a la administración Obama su decisión y agradecemos a Cuba haber hecho todo esto posible», añadió el empresario, que a la vez se mostraba feliz de haber traído a este grupo de viajeros «ansiosos por experimentar la isla».

Él mismo podía ser testigo de esa posibilidad, cuando casi el último en salir de la Terminal veía a sus clientes contemporizar con decenas de cubanos en comparsa que bailaba en la Plaza de San Francisco, y le señalaba el acontecimiento a sus acompañantes.

Todo parece entrar por el buen camino de la convivencia para este inicio de operaciones directas marítimas entre Estados Unidos y Cuba. La compañía estadounidense apostó por este paso cuando el pasado 22 de marzo firmó contratos con empresas cubanas y anunció que el crucero comenzaría en este mes de mayo.

En abril, exactamente el 22, el Gobierno cubano adoptó disposiciones nuevas sobre las normas migratorias que autorizaban la entrada y salida de ciudadanos en calidad de pasajeros y tripulantes en buques mercantes y también en cruceros, con independencia de su condición migratoria. Sin embargo, persiste la prohibición, por parte del Gobierno de Estados Unidos, para que sus ciudadanos viajen libremente a Cuba.

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Fuente: Juventud Rebelde / Foto portada: EFE / Fotos internas: Raúl Pupo


 

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