Con la meta de reintegrar a Cuba a la OEA

El ex canciller uruguayo Luis Almagro asumió la dirección de la Organización de Estados Americanos

(Por Página/12)

Almagro llega al organismo internacional dispuesto a recoger las peticiones de cambio y liderar su modernización. Como anticipó el diplomático, la entidad debe dejar atrás la Guerra Fría. La isla podría ir sumándose a iniciativas específicas.

El diplomático uruguayo Luis Almagro asumió la dirección de la Organización de Estados Americanos (OEA) con la tarea de conducir el proceso de renovación y convencer a Cuba de reintegrarse a la entidad, en una reunión protocolar del Consejo Permanente de la organización, en su sede de Washington, ante los embajadores y representantes de los 34 países miembros activos de la institución. Almagro fue elegido secretario general de la organización continental el pasado 18 de marzo, en una disputa en la que fue candidato único, y llega dispuesto a recoger las peticiones de cambio y liderar la modernización de un organismo que, como dijo durante su campaña, debe dejar atrás la Guerra Fría en la que fue creada y funcionar como un ente del siglo XXI. “No me interesa ser el administrador de la crisis de la OEA, sino el facilitador de su renovación”, dijo Almagro, con su tradicional hablar pausado, en su primer discurso como secretario general, en una frase que constituye un mapa de sus desafíos prioritarios.

Almagro sustituyó al chileno José Miguel Insulza, quien estuvo al frente del organismo durante una década marcada por una profunda división interna que dificultó los consensos, el golpe de Estado en Honduras de 2009, el levantamiento de la suspensión de Cuba ese mismo año, la crisis política en Venezuela y el avance en la política contra las drogas. En 2014, la OEA aprobó un plan de renovación, inicialmente lanzado por Insulza, para tratar de adaptar a la entidad, surgida de la Guerra Fría en 1948, a los desafíos contemporáneos.

En ese escenario, las tareas prioritarias de Almagro serán redefinir la situación presupuestaria de la OEA, superar las evidentes divisiones internas y, por sobre todas las cosas, recuperar la credibilidad política de la entidad. En todos sus discursos, Almagro dejó claro que el surgimiento de entidades como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) obedecieron a necesidades específicas en la región, pero también a espacios que la OEA dejó de ocupar, enredada en su propia burocracia.

La OEA, creada en los albores de la Guerra Fría derivada de la Unión Panamericana y ésta de la Unión Internacional de Repúblicas Americanas, tiene el reto de reivindicar su papel como único organismo que reúne a todo el continente. Sus defensores argumentan que ninguna de esas alianzas tiene el cuerpo jurídico, la estructura y los programas de la OEA, por lo que no podrán en ningún caso ocupar su lugar.

Almagro cuenta con un capital político personal envidiable: el apoyo de todo el espectro político continental, desde Caracas a Washington. El ex canciller uruguayo fue electo para ocupar el cargo de secretario general con nada menos que 33 votos a favor, sin votos en contra y con una misteriosa abstención cuya autoría jamás fue revelada. Pero si semejante agenda aún no es suficiente, Almagro tendrá por delante otra tarea de Hércules, convencer a Cuba de aceptar la mano extendida por la OEA y volver a ocupar la silla de la que fue expulsada en enero de 1962.

En una histórica reunión en Honduras en 2009, la organización regional dejó sin efecto la exclusión de La Habana, abriendo así la puerta a una aproximación, aunque poco después el propio gobierno cubano dejó claro que no tenía interés en iniciar ese camino de retorno a la entidad. Sin embargo, en diciembre del año pasado, Cuba y Estados Unidos tomaron por sorpresa a todo el mundo al anunciar el inicio de un proceso de negociaciones para restablecer relaciones diplomáticas, dejando atrás medio siglo de ruptura y tensiones.

Insulza comentó en los últimos días que la OEA no debería presionar a la isla si su intención es recomponer los lazos con el gobierno cubano. “Hay que darle tiempo al tiempo, porque Cuba tiene un largo camino de retorno”, consideró el ex funcionario chileno. Desde su perspectiva, la aproximación podría darse gradualmente, con Cuba sumándose a iniciativas sectoriales o específicas de la OEA, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), antes de completar el proceso.

De forma similar, en la ceremonia en que fue electo secretario general, Almagro llegó a adelantar que la OEA tiene la obligación de generar una agenda política y de diálogo con la isla, que vaya acercando a las partes y resuelva los temas pendientes. Otro desafío de Almagro será fortalecer el sistema regional de derechos humanos, que es conducido por la comisión (CIDH) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

En una entrevista con la radio local El Espectador, el canciller uruguayo Rodolfo Nin Novoa afirmó que le había enviado un mensaje de texto a su predecesor Almagro deseándole éxitos. Asimismo, el canciller indicó que su compatriota tendrá que manejar con mucha ecuanimidad las relaciones entre todos los países de la OEA y que además estará representando a Uruguay desde su cargo. Nin Novoa dijo ser amigo de Almagro y que le hizo saber que puede contar con él para lo que necesite.

Estados Unidos estuvo representado en la toma de posesión por la secretaria de Estado adjunta para Latinoamérica, Roberta Jacobson, y el consejero del Departamento de Estado, Thomas Shannon.

Fuente: Página/12


 

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